En el Mes de la Mujer, reflexionamos sobre la todavía existente desigualdad de género en el mercado laboral y en cómo la pandemia del Covid 19 afectó a las mujeres en su vida diaria, recargando sobre ellas las tareas de cuidado.
Por Marta Albamonte – Publicado el 15 de marzo de 2021
Abordar el ámbito del trabajo desde una perspectiva de géneros, nos lleva a observar que aquella premisa “Igual remuneración por igual trabajo”, en primera instancia y en términos generales, no se cumple.
Una mujer joven que busca trabajo y será madre en algún momento tiene menos chances de acceder a un puesto de trabajo que un hombre joven que aspira al mismo lugar y que en algún momento será padre.
Según un reciente informe de Indicadores Culturales de Desarrollo Humano de Igualdad de Género de UNESCO: ”La participación en la fuerza de trabajo es fundamental para el empoderamiento social y económico de las personas y de sus comunidades ya que les ofrece más opciones y recursos, así como una mayor autonomía para realizar la vida que desean”.
Pese al incremento de la participación de las mujeres durante las tres últimas décadas, las disparidades de género siguen siendo considerables. Si bien se estima que las mujeres representan más del 40% de la población activa, siguen tropezando con barreras invisibles en cuanto a los ingresos y salarios y al acceso a puestos directivos, y es muy probable que estén excesivamente representadas en los sectores económicos de baja productividad y/o en la economía informal”, continúa el informe.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, existe una brecha salarial entre hombres y mujeres que supera el 20%. La disparidad se profundiza a medida que se desciende en la escala laboral.
A su vez, tanto los puestos jerárquicos en el sector privado, como los cargos más altos en el sector público, son territorio mayoritariamente masculino. En el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, hay 9 ministros más un Jefe de Gabinete. De ellos, sólo tres son mujeres, de las cuales dos tienen a su cargo ministerios del área social (Educación y Desarrollo Humano y Espacio Público e Higiene Urbana).
En nuestra Ciudad, las mujeres ocupan el 40% de los puestos de trabajo. El nivel de desocupación de las mujeres siempre es superior al de los hombres. En el cuarto trimestre de 2020, mientras un 9,8% de hombres estaban desocupados, las mujeres eran un 10,4%.
Geográficamente, la Comuna 8 y la Comuna 4 son las que nos muestran los peores indicadores para las mujeres: mayor hacinamiento, mayor pobreza estructural, más desocupación y menores ingresos que en el resto de la Ciudad.
El ingreso per cápita familiar es al menos un 10% inferior en el caso de Jefas de hogar mujeres respecto de los hombres.
Tareas de cuidado, un peso que recae casi siempre en las mujeres
Más del 40% de los hogares porteños tienen a las mujeres como jefas de hogar, además de tener a su cargo en el 90% de los casos, las tareas domésticas. El peso del trabajo doméstico no remunerado o el cuidado de la familia generan una limitante para las mujeres y requiere remover resistencias culturales e institucionales.
La pandemia y “la nueva normalidad” profundizaron la desigualdad de género en relación a las tareas de cuidado. Los estereotipos de mujer-madre, mujer-cuidadora y mujer-ama de casa parecen haberse acentuado.
Los condicionantes por la carga laboral que implica la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado son funcionales a la inequidad”.
Esta situación, en general, no diferencia estratos sociales y niveles de calificación. En mayor o menor medida este condicionamiento es claramente cultural.
Situación de trabajo en personas trans
En este contexto, es importantísimo destacar que el espacio para la diversidad en el mercado laboral es nulo o tendiente a ello. Por ahora, no se identifican estadísticas que nos den alguna referencia respecto de la situación laboral. Esta es otra forma de invisibilizar a esta parte de la población.
Podemos decir que en relación al acceso al trabajo, la principal limitación para una persona Trans es justamente ser Trans”.
Son personas que suelen ser expulsadas por las familias y por las instituciones, lo que, en general, determina la falta de posibilidades de capacitación y por lo tanto, las oportunidades de acceso a mejores trabajos.
Por eso, si bien los cupos pueden ser vistos como un placebo, en verdad, es un inicio para que se puedan incorporar a trabajos que de otro modo le son vedados.
Por todo lo dicho, es importante generar conciencia, reflexionar y cuestionar los estereotipos de género para construir una sociedad sin violencia. Es indispensable que la igualdad de géneros se asuma como un derecho fundamental.
El Estado debe generar políticas públicas orientadas a reconocer, reducir y redistribuir la carga de trabajo no remunerado en los hogares. En este sentido la intervención estatal es fundamental para contribuir a la conformación de conciencia social en el camino de la equidad. La ausencia del Estado también es violencia.
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