Por Laura Rocha – Publicado el 24 de mayo de 2018
La incineración de residuos o termovalorización, como llama el gobierno porteño a la iniciativa de disposición final de los residuos no reciclables, no es la solución para la basura del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). La gestión de los desechos debe ser integral: no se puede discutir sobre tecnologías del final de esa cadena sin tener antes una política sostenible en materia de reciclado o leyes, como las de envases que permitan encarar el problema desde que se inicia que es cuando se compra un producto.
En el AMBA hay una cuestión de magnitud que hace que el sistema actual sea insostenible: es imposible enterrar en un solo relleno sanitario 16.000 toneladas de desechos por día. Hoy sólo el relleno sanitario Norte III recibe, de lunes a lunes, el 82% de esos materiales. No resulta extraño que le reste una vida útil de 5 años si se sigue a ese ritmo. Sólo las proyecciones de crecimiento poblacional hacen trepar ese número a 23.000 para 2030.
La situación actual no sólo es un despropósito en términos logísticos para los municipios que suman 14,5 millones de habitantes y que tiran allí lo que generan todos los días, sino también un grave problema ambiental. ¿Se soluciona con una planta incineradora, con dos, con tres? La respuesta es no. Si fuera posible, se asumiera la inversión y la ecuación financiera por producir energía con basura cerrara, se necesitarían al menos cinco plantas incineradoras para la basura del AMBA. Se supone que cada planta procesaría diariamente entre 2500 y 3000 toneladas.
¿Y los residuos que generan esas plantas a dónde van? ¿Quién controlará las emisiones? Si sucede como hasta ahora que, por ejemplo en varios distritos bonaerenses no se hace casi separación de residuos, ¿se pueden quemar residuos peligrosos que llegan mezclados sin problema? ¿No se desalienta la separación si hay un atajo como la quema al alcance de la mano? Son todas preguntas que, lamentablemente, no tuvieron respuesta por parte de las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires ya que no hubo discusión previa a la reforma de la ley de basura cero que prohibía explícitamente esta tecnología.
La situación actual no sólo es un despropósito en términos logísticos para los municipios que suman 14,5 millones de habitantes y que tiran allí lo que generan todos los días, sino también un grave problema ambiental. ¿Se soluciona con una planta incineradora, con dos, con tres? La respuesta es no.
Tampoco se sabe con precisión cuáles serán los lugares donde se piensan instalar las plantas; ni siquiera se sabe el número exacto de termovalorizadoras que se piensan poner en marcha. El gobierno porteño acaba de enviar un proyecto para la disposición final de las pilas y baterías que reafirma la Responsabilidad Extendida del Productor. En el Congreso se trabaja en una norma para los envases con la misma filosofía. Lo desalentador es que hace décadas que se debaten estos temas pero nunca llegan a los recintos.
El consumo, la separación de los residuos y el reciclaje son los primeros eslabones de la cadena de la gestión de residuos sólidos urbanos. Pero el debate arranca por el final: la tecnología para su disposición final. Difícilmente se halle una solución a un problema de tamaña magnitud si todo lo mencionado anteriormente no se tiene en cuenta.